Diversidad global. ¿Qué podemos aprender de otras naciones?

Y no se trata de cómo ganar en la competición de comer.

Foto de Lisha Riabinina en Unsplash

Nací en Rusia y empecé a viajar a los 22 años. Desde entonces, miro el mundo con los ojos bien abiertos. Nunca deja de sorprenderme su diversidad y la originalidad de cada nación.

Mi primer país fue EE.UU., adonde fui en el marco del programa estudiantil “Work & Travel” durante todo el verano de 2008. Fue tiempo suficiente para comprender una cosa:

Los estadounidenses saben trabajar mucho y bien.

Mi oferta de trabajo fue para el hotel Kingsgate Cottage en Virginia. Era un lugar muy bonito. Trabajé allí como ama de llaves ya que mi nivel de inglés era bajo por aquel entonces. Siempre me ha gustado limpiar en casa, así que estaba bien.

Según recuerdo ahora, pagaban 15 $ por una habitación estándar y 20 $ por una suite. No se pagaba por hora, sino a destajo. Había que limpiar 5 habitaciones al día.

Mi primer día con una instructora coreana fue divertido. Al principio, me ayudaba con todo. Y luego observó cómo lo hacía. Yo, una chica tan pequeña, tuve que rehacer la enorme cama King size. Toda sudada, pasé 2 horas en una habitación. “¿Cómo puedes aguantar 5 habitaciones al día, querida?“, gimió Carol, seriamente preocupada por mí. Pero subestimó la fuerza de voluntad rusa😀.

Muy pronto me adapté, y el gerente empezó a darme habitaciones adicionales.

Lo que me sorprendió es que las horas extraordinarias me las presentaban como si fueran una recompensa. Sí, la paga era buena y era un reconocimiento a mi trabajo. Pero aun así… Entonces me di cuenta de que las horas extraordinarias son un invitado frecuente en las empresas estadounidenses. Nadie piensa en el descanso, todo el mundo sólo quiere rendir más y ganar más dinero. Lo cual no está mal y merece admiración.

Entonces mi destino me llevó a Malta, para mejorar mi inglés en la escuela EC. ¡Una transición bastante lógica!

Estudié con chicos de todo el mundo: españoles, chinos, japoneses, franceses e italianos. Tuve una gran oportunidad de observar los hábitos de los extranjeros y conocer mejor sus culturas.

En el albergue donde me alojé, compartí habitación con una chica francesa. El concepto de la escuela era hacer que los extranjeros nos comunicáramos entre nosotros.